Ante el desconcierto y malestar que ha causado el artículo publicado por Luis Besa en Acueducto2 y versa sobre la construcción del embalse en los TTMM de Lastras de Cuéllar y Aguilafuente, la plataforma ha realizado una respuesta que ha remitido a dicho periódico y que queremos compartir con todos ustedes.

RESPUESTA AL ARTÍCULO DE LUIS BESA SOBRE LA PRESA DE LASTRAS.

Los diferentes colectivos que luchamos para que la presa de Lastras de Cuéllar no se construya, no lo hacemos sólo por los perjuicios evidentes que la construcción de la presa tendría para los pueblos de la zona y que el señor Besa enumera como males menores, como una pequeña contribución que hubiera que aceptar en aras de un bien mayor: el regadío. Para empezar no hay males menores. Las Fuentes de Aguilafuente son un prodigio natural que nos remiten al pantano subterráneo que albergan ahora los pinares. Solo unos ignorantes o unos desaprensivos pueden enlodar tal maravilla. La obra titánica del puente, el bosque de ribera, la fauna, los viejos saltos de luz, los pinares, la prodigiosa fresneda de Los Porretales, todo eso es “algo menor” al lado del bien mayor que son los regadíos de El Carracillo. Pero no, señor Besa, es el supuesto “bien mayor” lo que nos preocupa. Como decían los indios norteamericanos: “El error fue creer que la tierra era nuestra, cuando en realidad somos nosotros los que pertenecemos a la tierra.”

Llevamos emporcando nuestra tierra desde hace mucho tiempo. De manera salvaje, como si no fuera nuestra. Como si estuviera destinada al desahucio. El Seprona lo sabe bien. El Carracillo ya sangra al río Cega, lo viene haciendo desde hace muchos años a través de una tubería que se lleva catorce hectómetros, es decir, el equivalente a casi dos presas y media de El Pontón que surte agua a Segovia. Ya es agua. Pues no tienen bastante. Más y más. Pero entonces el río deja de ser río. Y más ahora que, según datos de la propia Confederación, y a consecuencia del cambio climático, en veinte años se calcula que ha perdido el 40% de su caudal.

La provincia está siendo ultrajada por esas producciones intensivas que llenan la tierra de pesticidas, insecticidas y quién sabe qué otros venenos. Además de puerros, zanahorias, remolachas de mesa… producimos planta de fresa para Huelva y para California. Pero ¿a qué precio? Estamos esquilmando la tierra. Una tierra que hemos heredado, que han trabajado nuestros abuelos durante siglos y que en dos generaciones, de seguir así, vamos a destrozar. De ahí los arsénicos y los nitratos que envenenan el agua. Usted sabe que muchos pueblos de la provincia, Lastras entre ellos, no pueden beber agua. Otros están al límite rozando los índices de prohibición. Hemos apestado nuestra tierra con esas producciones. Lo que era un acuífero natural se ha convertido en un sumidero de venenos. La codicia no solo rompe el saco, también enceguece los sentidos.

Por otra parte, y sin entrar a fondo en la cuestión, que nos llevaría de nuevo al modelo de explotación de la tierra hacia el que caminamos sin reparar en el gasto, ni en los medios, y menos aún en los daños, solo apuntar que en su día, cuando se construyeron la primera y segunda fase de recarga del acuífero de El Carracillo hace más de 20 años, se trataba de un proyecto social. Un proyecto del que se beneficiaban unos mil pequeños y medianos agricultores de la comarca, titulares todos ellos de explotaciones familiares. Más de mil familias asentadas en el territorio con todo lo que ello supone, a través de una obra con una repercusión ambiental, económica y social infinitamente menor a la que plantea la presa.

Esos Agricultores y agricultoras de vocación, que realmente generaban empleo y riqueza en la zona, en el más amplio sentido de la palabra, hoy están siendo desplazados por empresas cada vez más grandes, que lejos de crear empleo estable y duradero (como si lo hacían las explotaciones familiares), apenas crean un par de miles de puestos de trabajo de mano de obra de fuera (las propias empresas dicen que solo quieren mujeres, y de una nacionalidad concreta) que apenas dura un mes o mes y medio, con salarios más que discutibles que, como es lógico, estas trabajadoras ahorran para poder darles una mejor vida a sus familias en sus países de origen a su regreso.

Sin embargo hoy, en la zona en la que se plantea el riego de la presa, apenas sería un centenar de agricultores como los de antes, de explotaciones familiares, los que podrían beneficiarse de tamaña infraestructura, la mayoría de ellos con edades que superan los 55 años, y que en muchos casos, ni siquiera llegarían a regar por alcanzar la edad de jubilación antes de que se acabara. En cambio, serán unas pocas empresas (muy pocas), freseras en su mayoría (aunque no solo) las que se beneficiarán, y de qué manera, de tamaña obra pagada con el bolsillo de todos.

Como resumen de la parte agraria, en base a la cual pivota el mayor argumento para la construcción de la presa (la sempiterna excusa de la generación de empleo y riqueza sin ir acompañada de estudios que lo avalen), esto sería más que discutible. Lo que sí está claro es que de una infraestructura enorme, cara, pagada por todos y con gran repercusión ambiental, económica y social, solo se beneficiará una pequeñísima parte de la población de la zona afectada por el nuevo riego, unas pocas empresas que además envenenarán ellos solitos más de lo que lo hacían los más de mil agricultores de todo El Carracillo que se beneficiaron de la primera infraestructura de recarga.
Por todo ello nos oponemos a la construcción de la presa. Lucharemos con toda la fuerza

Plataforma SÍ a las FUENTES del CEGA